La Dj nos cortó la cumbia.
Nos cortó la cumbia y nos jodió el magreo.
Nuestros labios se quedaron a 1 cm.
Nuestros cuerpos encendidos no podían continuar sin la música.
El perreo tímido nos fue acercando, nos mirábamos a los ojos pero eran nuestras caderas las que estaban conectadas.
Cuando la Dj nórdica decidió volver a los ritmos tropicales por fin pasó.
Morreamos.
Morreamos y nos fuimos a beber kalimotxo a un bar de heavys.
Y luego fuimos al after.
Y finalmente a mi casa, a mi cama.
Hubo mucha ternura.
Y hubo golpes. Los dos sabemos que somos unas cerdas y que nos gusta tontear con el BDSM, aunque no sepamos muy bien cómo hacerlo.
Durante la noche, en los bares; nos habíamos contado los traumas que nos habían dejado otros chicos.
Otros chicos malos, podríamos decir desde nuestra inocencia.
Porque mientras nos tocábamos los cuerpos, los dos sabíamos que teníamos heridas sin curar y que en aquella noche había pasos que no podríamos dar.
Nunca volvimos a morrear después de esa noche. Pero no importa. La recuerdo con un cariño infinito.